El tema de la impunidad en nuestra sociedad es
manejado como un fenómeno presente, permanente, evidente para todos, pero
ajeno, es decir, solemos exigir que acabe la impunidad, que se apliquen las
sanciones y los castigos que la ley contempla para todo aquel que viole una
norma, pero siempre, absoluta y tajantemente siempre, con nuestro dedo índice
apuntando hacia cualquier otro que incurra en falta, lamentablemente en ese
momento no existe ni una breve mirada hacia nosotros mismos, nos hacemos
invisibles a nuestros propios ojos cuando se trata de calcular culpas y exigir
correctivos.
Pareciera un fenómeno masivo de nuestros
ciudadanos, Nosotros podemos olímpicamente irrespetar semáforos, exceder los
limites de velocidad, estacionarnos en sitios prohibidos, colearnos, usar
"gestores" para tramites que nos resulten largos o tediosos y mas
aún, paradojicamente nos indignamos si algún funcionario nos detiene por alguna
infracción, algunos llegaron a decirme en mi época de funcionario policial:
"anda a detener malandros en vez de pararme por un semáforo". El
asunto es que supuestamente todos "queremos" que se ponga orden y que
se obligue el cumplimiento de la ley, pero eso si, a los demás, a nosotros
mismos no, nosotros podemos cometer infracciones y faltar a la norma sin
escandalizarnos, sin ningún problema moral y sin merecer ningún castigo.
Esta falta de conciencia social nos convierte en causantes, o al
menos en promotores de la misma impunidad que tanto decimos rechazar, las
normas, grandes o pequeñas se han hecho para procurar la convivencia amónica y
ordenada en sociedad y violentarlas siempre produce un daño a todos, el simple
desorden que producimos al faltar a una pequeña norma es un atentado contra la
seguridad y el bienestar común, que aunque nos parezca pequeño, se suma a las
faltas de otros y se acumulan como ejemplos para las generaciones que nos ven
ahorita como modelo a seguir y que atestiguan nuestras contradicciones como
sociedad al exigir lo que no cumplimos.
Tal vez nadie nos lo dice en campañas publicitarias, pero para
ser un buen ciudadano solo hace falta querer serlo, porque nadie puede
obligarnos a lo contrario.
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